martes, 8 de octubre de 2019

La Prisionera

Caminaba descalza, los pies destrozados por la piedras del sendero y los ojos nublados de esperanzas perdidas. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando cuando al fin vio las luces de la ciudad a lo lejos. Caminaba entre las sombras para no ser vista, ellos ya la estarían buscando desde hacía unas cuantas horas.

Si lograba llegar a la ciudad antes de que se hiciera de noche otra vez, ellos tendrían que regresar y sería libre... No sería libre para siempre, la libertad se la arrebataron antes incluso de capturarla. Se la arrebataron cuando sus sueños en la noche dejaron de ser suyos para ser de ellos, entonces sus noches pasaron a ser pesadillas o simplemente insomnio.

Más que por ella, deseaba llegar a la ciudad para pedir ayuda y que nadie volviera a caer en sus manos. Ella ya había perdido tanto...

Salió del camino, levantó la mirada al cielo y cerró los ojos, sus labios murmuraban palabras olvidadas y de repente él apareció. Era tal y como ella le recordaba, quizá su cabello se había vuelto blanco en algunas zonas pero el resto parecía igual a cuando ella desapareció. La miró a los ojos y entonces ella comprendió que no era él mismo, sus ojos envueltos en lágrimas eran tristes, ancianos y desesperados.

Se abrazaron llorando, mientras la guardia les rodeaba. Estaba a salvo y se sentía mal, nunca había imaginado que él podría haber sufrido tanto y eso le hacía sentirse también culpable. Se había vuelto una experta en sentirse culpable por absolutamente todo.

Esa noche en casa durmieron abrazados y por primera vez desde hacía mucho tiempo no tuvo sueños, solo una noche tranquila. Al despertar le miró a los ojos y vio que la expresión de dolor que había en ellos la noche anterior se había suavizado y entonces tuvo de nuevo esperanza.

Lucharían juntos, ahora ella sabía mucho sobre sus enemigos. Ellos también sabían mucho sobre ella pero de momento ella había ganado... Ella había escapado.