Estoy perdida en el baile de luces y sombras que la pequeña hoguera proyecta en mi rincón. No pienso, no recuerdo, no soy... Tan solo observo como las volutas de humo crean formas: lentas, hermosas y de una vida muy corta. El sonido de los gritos que provienen de fuera me sacan de mi letargo, y pienso que me gustaría elevarme ligera y desaparecer como el humo de la hoguera.
Me incorporo lentamente y las articulaciones de mis rodillas protestan y toman la forma de un dolor agudo que recorre mis piernas, pero no puedo quejarme, no puedo mostrar debilidad. No ahora. No delante de todos ellos. Creen que me engañan, fingiendo indiferencia, pero yo sé que vigilan todos y cada uno de mis movimientos. Sospechan.
El habitáculo en el que me resguardo desde que todo pasó es una pocilga, en él descansamos, los elegidos. El resto del día lo dedicamos a cazar para ellos.
Todo comenzó hace unos tres meses, o eso creo, porque el paso de los días comienza a desdibujarse en mi mente. Mi vida, la vida en general era tranquila, normal..., hasta que ellos aparecieron. Llegaron a lomos de sanguinarios dragones. Impresionantes, hermosos y terribles dragones. Arrasaron nuestra aldea, mataron y quemaron. Y después caminaron entre las llamas buscando a los elegidos. Veinte fuimos rescatados del infierno, para acabar en un infierno aún peor. Tan solo quedamos cinco.
Al parecer, los Jinetes de dragones, así se hacen llamar, nuestros salvadores, llegaron para protegernos de los Salvajes. Pero ellos masacraron nuestro pueblo y ahora nosotros, los elegidos, debemos cazar para ellos. Cazar y proteger todo el perímetro de nuestro pueblo, mientras ellos esclavizan a mujeres y niños. En mis batidas he podido saber que existen muchos, muchos Jinetes de dragones y que de esta manera piensan llegar a gobernar nuestro mundo.
He arrebatado muchas vidas en este tiempo, demasiadas. Salgo al amanecer y recorro los bosques, no pregunto, no respiro, tan solo mato y no miro atrás. No conozco sus rostros, tan solo veo su sangre y escucho sus gritos. Hace dos días maté, como de costumbre, pero también me mataron a mí. Vi mi sangre, escuché mis gritos y observé mi cuerpo destrozado en la hierba. Era feliz. Vi a todos y cada uno de mis compañeros caídos antes que yo. Vi como rodeaban mi cuerpo y como dejaban paso a un aciano que tomaba mis manos y después, tan solo oscuridad.
Desperté desorientada, cuando el sol estaba a punto de ponerse. Desde aquel día soy muerte. Soy La elegida, otra vez elegida, para una misión que no deseo y de la que no puedo escapar. Soy muerte y no soy vida. Sin opciones, sin poder de decisión, sin elección.