domingo, 27 de octubre de 2019

El secreto.

Las montañas empezaban cubrirse con los primeros copos de nieve. En la pequeña cabaña ya tenían todo preparado para el duro invierno, la leña estaba cortada y amontonada en la entrada de la casa. Las provisiones ese año no eran muy buenas: una plaga había acabado con una gran parte de sus plantas de cereal y el cerdo que cebaban todos los años no había engordado mucho.

Él era el tercero de cuatro hermanos, todos varones menos una niña, pequeña y enfermiza, que era la alegría de aquella casa. Su madre había fallecido a los pocos días de dar a luz a la niña y su padre no había vuelto a ser el mismo. No se podía decir que fuera un alcohólico, pero sí que tenía un problema con la bebida. Procuraba que ninguno de sus hijos le vieran borracho y todos los días, cuando creía que ya dormían, bebía hasta perder el conocimiento.

Él se esforzaba por cazar y pescar todo lo que podía durante el invierno. El primogénito no vivía con ellos. Estaba casado y tenía su propia familia, aunque les ayudaba en todo lo que podía. El siguiente al primogénito era aprendiz en la casa del carpintero y éste le daba algo de comida de vez en cuando para la familia.

Esa mañana, un séquito real había llegado al pueblo, buscaban a un hombre y registraban todas las casas del pueblo una por una. Su padre estaba muy raro desde que aquellos hombres llegaron al pueblo y a la noche, cuando todos dormían, despertó a su hijo y le dijo que tenía que esconderse en el bosque durante unos días. Le explicó que era a él al que buscaban y que a su regreso le contaría qué era lo que estaba sucediendo. Nunca había visto a su padre tan nervioso, salvo el día que les tuvo que contar que su madre había fallecido.

Al día siguiente, los hombres del rey entraron en la casa y preguntaron por el cabeza de familia. Él  les comentó que había tenido que partir, ya que le habían llegado noticias de que su hermano había fallecido y había ido a acompañar a su viuda e hijos. Los hombres registraron la propiedad, desmantelaron toda la casa y él se fijó en unas tablas sueltas que quedaron al descubierto al levantar el colchón de paja donde dormía su padre. Cuando los hombres se hubieron marchado el muchacho levantó las tablas. Allí encontró una andrajosa bolsa que desprendía un olor nauseabundo, al abrirla no podía creer lo que veían sus ojos...




domingo, 20 de octubre de 2019

Tic-Tac...

Había perdido la noción del tiempo, no podía saber si llevaba en aquella oscuridad unas horas o una semana. Pasaba el tiempo adormecida, perdida en extraños sueños. El tic-tac del reloj se colaba en su cerebro, a veces martilleándolo de forma atronadora y otras, hipnotizándola. Sus sentidos se agudizaban con el paso de las horas.

En aquella oscuridad eterna imaginó que después del golpe la habrían drogado porque ya empezaba a estar menos adormilada. Paseó las manos a tientas por el suelo hasta que sus dedos rozaron unos cuencos; en uno había agua y en otro una especie de pasta que olía a avena. El estómago le dio un vuelco y tuvo que apartar rápidamente su cabeza para no vomitar encima de lo que parecía ser su comida.

Con la cabeza más lúcida, echó de menos la dulce sensación que tenía cuando las drogas invadían su cuerpo. Había comprendido que estaba encerrada, secuestrada. Por lo que había comprobado palpando con sus manos, era una pequeña estancia. No había ninguna ventana y pensó que no debería comer ni beber hasta que no fuera absolutamente necesario. Buscó en sus bolsillos y no tenía ni móvil ni cartera, como era de esperar.

Intentaba mantener a raya su creciente sensación de agobio, sus ganas de gritar con todas sus fuerzas... Se tapaba los oídos susurrando canciones para intentar tapar aquel odioso tic-tac, pero tenía aquel sonido incrustado en su cabeza. Recordó las últimas palabras que tuvo con su amiga y la manera extraña en que se comportó durante toda la noche. Entonces pensó también que esa, exactamente esa madrugada hacía 5 años su madre apareció inconsciente en su cama. Sin signos de violencia, ni explicación médica para su estado...  Llevaba 5 años en coma.

¿Tendría alguna relación aquello con lo que le estaba sucediendo?... Entonces un fuerte golpe la sobresaltó, una línea de luz se colaba por debajo de lo que parecía la puerta del habitáculo. Seguidamente escuchó unos pasos que se acercaban y la llave que daba vueltas en la cerradura.

Alguien estaba detrás de la puerta.





viernes, 18 de octubre de 2019

La Fiesta

Estaba en una esquina del salón, observaba a toda esa gente vestida de gala. Todos mostrando sus mejores sonrisas, maquillando sus problemas y dando una imagen de falsa felicidad. Si bien era cierto que alguna de las personas allí reunidas eran felices y sinceras, pero en aquel tipo de reuniones también a ellas les tocaba fingir y se podía saber perfectamente quienes eran, porque abandonaban la reunión en cuanto podían.

Su madre le había enseñado todo lo que sabía, ella era una experta en catalogar a las personas. "Este solo se mueve por interés... Ella no es de fiar, solo le importan las apariencias...".  Echaba de menos charlar con ella, llevaba tanto tiempo en coma, postrada en esa cama de hospital que había olvidado el sonido de su voz.

Se fijó en que una de sus mejores amigas entraba por la puerta acompañada por su novio de toda la vida. Uno de los secretos que no había contado nunca a nadie era que sabía leer los labios perfectamente, de cuántas cosas se había enterado por esa habilidad. No pudo ver lo que su amiga le decía a su novio pero lo que él le respondió la sobresaltó un poco. "No creo que debas decírselo, no es de nuestra incumbencia y además no sabes si es verdad". Al girarse pudo ver que recorría la sala con la mirada hasta que la vio, levantó la mano saludándola para que fuera a su lado. A pesar de ir perfectamente vestida y maquillada pudo intuir la sombra de unas ojeras y los signos de preocupación en el rostro de su amiga.

Cuando se acercaba a su lado el novio de esta desapareció, mirándola enfadado. Estaba empezando a preocuparse de verdad.

-¿Qué os sucede? No tienes buen aspecto.
- Tenemos que hablar, pero aquí no. Es algo importante, mañana iré a tu casa a primera hora y hablaremos tranquilamente.
-Pero...

Entonces aparecieron unas amigas de la familia y no pudieron seguir hablando. Durante toda la noche notó como ella la evitaba y decidió que era hora de irse a casa, no aguantaba más tanta estupidez.

Estaba a punto de abrir su coche cuando un notó un fuerte golpe en la espalda y perdió el conocimiento. Despertó en completa oscuridad, solo oía su respiración y el tic-tac de un reloj a lo lejos...


martes, 15 de octubre de 2019

Un cuento para Naira...

Era la madrugada del primer día de Marzo de hace ya unos cuantos años, nos acostamos con una buena nevada. Algo me despertó en mitad de la noche y bajé a beber un vaso de agua. Al asomarme a la ventana vi las calles cubiertas de un manto blanco y al fijarme en el alféizar lo vi allí plantado observándome con aquella mirada que nunca olvidaré.

Un ser diminuto, vestido con ropas muy abrigadas, me hacía señas para que le abriese la ventana. Yo no sabía si estaba soñando pero el caso es que abrí la ventana y le tendí la mano para ayudarle a entrar. Una vez dentro agradeció el calor del hogar y sentado en la palma de mi mano comenzó a hablarme de ella.

Ese día había nacido Naira. Me dijo que era un bebé precioso, que tendría una infancia feliz y se convertiría en una gran mujer. Tendría momentos de altos y bajos en la vida pero su carácter fuerte y su precioso interior la llevarían a conseguir todo lo que ella se propusiese. Llegaría a comprender que todo lo que ella podría llegar a sentir en su vida ya lo había sentido alguien antes que ella, pero que todos somos especiales en nuestro interior. Solo nos hace falta querernos y creer en nosotros mismos.

A la mañana siguiente el sonido del teléfono me despertó, nuestra pequeña había nacido. Yo ya lo sabía porque él me lo había dicho... ¿O había sido un sueño? La verdad es que no recordaba cómo había llegado a la cama, pero el caso es que al bajar a desayunar había un vaso de agua al lado de la ventana y en la nieve acumulada en el alféizar se podían distinguir pequeñas pisadas.

El esfuerzo es la clave para conseguir todo en la vida y las recompensas llegan... Siempre llegan.
Sé feliz en todo lo que te propongas, déjate guiar por el corazón pero siempre escuchando a tu cabeza y no olvides que solo tú puedes escribir lo que desees llegar a ser.


lunes, 14 de octubre de 2019

El Templo de la profecía...

Llevaba tanto tiempo planeando el viaje que cuando llegó el día de preparar las maletas sentía que no podía ser cierto, mañana a esa misma hora estaría paseando por las calles de El Cairo. No había contratado el típico viaje con visita al museo y crucero por el Nilo, había decidido que se hospedaría en un buen hotel, pero las excursiones las haría por su cuenta.

Alex conocía a un chico que trabajaba en temas informáticos en el Museo de El Cairo. Le conoció durante el master que realizaron juntos en Cambridge y aunque hacía tiempo que no se veían mantenían el contacto por Whatsapp. Él sería quien le guiaría por la ciudad.

Al bajar del avión sintió aquella sensación que te invade cuando llegas a un lugar tan diferente en costumbres. La magia y la historia de aquel maravilloso país le calaron nada más poner el pie en tierra... El calor, el idioma y algo que no supo qué era empezó a crecer en su interior. Buscó alrededor y allí estaba Ivan, esperándole en la puerta con su gran sonrisa y aquellos pelos alborotados. Cogieron un taxi al hotel y una vez hubo dejado el equipaje, Ivan le llevó a ver unas ruinas en las afueras, cerca de la ciudad de Luxor.

Era un lugar poco concurrido por turistas, un Templo dedicado a uno de los tantos dioses que adoraban los antiguos egipcios. Ninguno de los dos era un experto en aquellos temas, Ivan sabía algo más por su trabajo en el Museo pero los dos no pasaban de simples aficionados. Alex se sintió maravillado al entrar en el Templo, tanto es así que ni siquiera se dio cuenta de que había perdido de vista a Ivan, caminaba como en una especie de trance mirando aquí y allá. Bajó unas escaleras que aparecieron como de la nada y llegó a una estancia que parecía sacada de una antigua película sobre Cleopatra.

Alex miró a su espalda y vio que las escaleras habían desaparecido, en su lugar se extendía la prolongación de aquel maravilloso y siniestro lugar. Sacó el móvil del bolsillo con las manos sudorosas y temblando de frío y miedo. La temperatura había descendido varios grados y podía ver el humo salir de su boca al respirar. El móvil no respondía y unos pasos avanzando lentamente resonaban en las paredes del Templo...





martes, 8 de octubre de 2019

La Prisionera

Caminaba descalza, los pies destrozados por la piedras del sendero y los ojos nublados de esperanzas perdidas. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando cuando al fin vio las luces de la ciudad a lo lejos. Caminaba entre las sombras para no ser vista, ellos ya la estarían buscando desde hacía unas cuantas horas.

Si lograba llegar a la ciudad antes de que se hiciera de noche otra vez, ellos tendrían que regresar y sería libre... No sería libre para siempre, la libertad se la arrebataron antes incluso de capturarla. Se la arrebataron cuando sus sueños en la noche dejaron de ser suyos para ser de ellos, entonces sus noches pasaron a ser pesadillas o simplemente insomnio.

Más que por ella, deseaba llegar a la ciudad para pedir ayuda y que nadie volviera a caer en sus manos. Ella ya había perdido tanto...

Salió del camino, levantó la mirada al cielo y cerró los ojos, sus labios murmuraban palabras olvidadas y de repente él apareció. Era tal y como ella le recordaba, quizá su cabello se había vuelto blanco en algunas zonas pero el resto parecía igual a cuando ella desapareció. La miró a los ojos y entonces ella comprendió que no era él mismo, sus ojos envueltos en lágrimas eran tristes, ancianos y desesperados.

Se abrazaron llorando, mientras la guardia les rodeaba. Estaba a salvo y se sentía mal, nunca había imaginado que él podría haber sufrido tanto y eso le hacía sentirse también culpable. Se había vuelto una experta en sentirse culpable por absolutamente todo.

Esa noche en casa durmieron abrazados y por primera vez desde hacía mucho tiempo no tuvo sueños, solo una noche tranquila. Al despertar le miró a los ojos y vio que la expresión de dolor que había en ellos la noche anterior se había suavizado y entonces tuvo de nuevo esperanza.

Lucharían juntos, ahora ella sabía mucho sobre sus enemigos. Ellos también sabían mucho sobre ella pero de momento ella había ganado... Ella había escapado.