martes, 15 de octubre de 2019

Un cuento para Naira...

Era la madrugada del primer día de Marzo de hace ya unos cuantos años, nos acostamos con una buena nevada. Algo me despertó en mitad de la noche y bajé a beber un vaso de agua. Al asomarme a la ventana vi las calles cubiertas de un manto blanco y al fijarme en el alféizar lo vi allí plantado observándome con aquella mirada que nunca olvidaré.

Un ser diminuto, vestido con ropas muy abrigadas, me hacía señas para que le abriese la ventana. Yo no sabía si estaba soñando pero el caso es que abrí la ventana y le tendí la mano para ayudarle a entrar. Una vez dentro agradeció el calor del hogar y sentado en la palma de mi mano comenzó a hablarme de ella.

Ese día había nacido Naira. Me dijo que era un bebé precioso, que tendría una infancia feliz y se convertiría en una gran mujer. Tendría momentos de altos y bajos en la vida pero su carácter fuerte y su precioso interior la llevarían a conseguir todo lo que ella se propusiese. Llegaría a comprender que todo lo que ella podría llegar a sentir en su vida ya lo había sentido alguien antes que ella, pero que todos somos especiales en nuestro interior. Solo nos hace falta querernos y creer en nosotros mismos.

A la mañana siguiente el sonido del teléfono me despertó, nuestra pequeña había nacido. Yo ya lo sabía porque él me lo había dicho... ¿O había sido un sueño? La verdad es que no recordaba cómo había llegado a la cama, pero el caso es que al bajar a desayunar había un vaso de agua al lado de la ventana y en la nieve acumulada en el alféizar se podían distinguir pequeñas pisadas.

El esfuerzo es la clave para conseguir todo en la vida y las recompensas llegan... Siempre llegan.
Sé feliz en todo lo que te propongas, déjate guiar por el corazón pero siempre escuchando a tu cabeza y no olvides que solo tú puedes escribir lo que desees llegar a ser.


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