martes, 27 de junio de 2023

Noche de caza. Bruja negra.

 Noche sin luna en el bosque, salgo de casa con la ropa pegada a mi cuerpo por el sudor, es verano y en el norte la humedad no da tregua. Normalmente por la noche suele refrescar, pero esta el calor es asfixiante. Escucho el sonido del mar enfurecido romper contra los cercanos acantilados, la tormenta probablemente no tardará en llegar provocada por este calor tan poco habitual.

Debo realizar mi cometido, una vez al año, todos años. Tengo miedo. Terror... No hay palabras para describir lo que siento, por lo que se supone que debo hacer, por la vida que debo cercenar, pero no puedo negarme, no hay opción para mí ni para mi familia. Soy una Bruja negra, mi hija y yo vivimos en lo más profundo del bosque, solo nos alimentamos una vez al año. Así ha sido durante milenios y si nadie acaba con nosotras o con el ser que nos maldijo, así seguirá siendo por toda la eternidad.

Nuestro amo nos tiene cautivas en este bosque que solo abre para que podamos cazar una vez al año y al que viene de visita siempre que a él le apetece. Él es el padre de todas las que nacieron antes que yo, y será el padre de todas las que vendrán, pues él nunca morirá, o eso cree al tomar tantas precauciones, pero la leyenda dice que morirá a manos de una Bruja negra.

Mi niña duerme en su cama y no despertará hasta que huela la sangre de mi presa cuando esté de vuelta. El hambre y el instinto la convertirán en una fiera capaz de atacar a su propia madre con tal de comer. 

Camino a través de los árboles por la oscuridad más absoluta, sin tropezar con nada ni nadie, pues reconozco cada brizna de hierba del camino. Las náuseas acuden a mí, me siento mareada y asqueada, me arrodillo junto a un árbol, golpeo el suelo, grito tan fuerte que mi garganta arde, lloro tanto que mis ojos escuecen y retomo la marcha, pues mi estómago comienza a rugir desesperado. Mas cuando uno de mis pies se adelanta traspasando la linde del bosque, una brisa helada susurra algo en mi oído. Me giro al bosque y le pido.

—Repite, por favor.

La brisa helada acaricia mi rostro.

«Tienes elección». «Él está en el muelle».

Poso los dos pies fuera del bosque y una corriente eléctrica recorre mi espina dorsal. «¿Cómo es posible que haya sido tan estúpido?». Me pregunto. Él me tiene presa en el bosque porque allí puede controlar mi poder, fuera soy demasiado poderosa. Por eso cuando salgo de caza, una vez al año, él se encierra en su castillo. 

Ya no siento náuseas, ya no siento terror.

Esta noche liberaré a mi hija y cenaremos el mejor de los manjares. Comienza a llover, la tormenta ha llegado.


martes, 18 de octubre de 2022

Demonios

Me asomo a la pequeña ventana de mi retiro de piedra. La niebla de la mañana apenas deja ver los montes verdes, pero mi vista ya cansada sabe reconocer cada hoja, cada gota de rocío, cada sonido del bosque de mi encierro. Aspiro el aroma de la mañana y camino descalza sobre la piedra fría que, en mi juventud, me desperezaba y ahora lanza agujas de dolor a lo largo de mis cansados huesos. Después de asearme me dirijo a realizar las tareas para las que fui reclutada. El Gran Árbol me espera, majestuoso, imperturbable al tiempo, al clima y a la vida misma. Recuerdo el primer día en que lo vi, sus hojas rojas, su corteza gruesa llena de vetas que formaban caprichosas figuras sin orden ni sentido alguno. Nadie me enseñó, nadie me instruyó, mas yo caminé hacia él y ofrecí mi sangre a sus raíces. La tierra tembló bajo mis pies, el cielo se oscureció y el conjuro de sangre calmó a los demonios. Demonios que nunca he visto; silenciosos y aterradores vigilan mis movimientos aguardando un error, una debilidad, esperando que llegue su momento. Girando la rueda de mi vida.


Así vengo haciendo mi ofrenda de sangre, día tras día…, tras día. El tiempo ha pintado de blanco el color de mis cabellos y ha marcado arrugas de vida y sufrimiento en mi piel. El Gran Árbol palidece sus hojas y su corteza desdibuja sus caprichosas figuras, y yo sé que debo buscar quien continúe mi legado, un alma que se entregue a su destino como yo lo hice. Sangre joven. No recuerdo cómo llegué aquí, ni por qué abandoné ilusiones, amores… No sé siquiera si algún día tuve algo de eso en mi vida. 


El día acaba casi como comenzó, asomándome a la ventana, aspirando el aroma frío de la noche y abandonándome a un sueño sin sueños ni descanso una vez más.


Me asomo a la pequeña ventana de mi retiro de piedra, la niebla de la mañana apenas me deja ver este lugar que desconozco. No sé cómo he llegado aquí, pero me gusta, me gusta sentir el frío suelo cuando camino con mis pies descalzos por la habitación. Intuyo bosques verdes y campos hermosos a través de la niebla. Me aseo en silencio y completa tranquilidad y bajo al jardín trasero. Allí me espera el Gran Árbol, majestuoso, hermoso, con sus hojas rojas y su extraña corteza. Camino hacia él, mis brazos lo abrazan, y sus ramas arañan mi piel, rasgándola; y los demonios que no veo, pero siento como si vivieran bajo mi misma piel, se calman bebiendo mi sangre.


No recuerdo cómo llegué aquí, ni por qué abandoné ilusiones, amores… No sé siquiera si algún día tuve algo de eso en mi vida. El día acaba casi como comenzó, asomándome a la ventana, aspirando el aroma frío de la noche y abandonándome a un sueño sin sueños ni descanso. Los demonios giran la rueda de mi vida, otra vez.


miércoles, 14 de septiembre de 2022

Marioneta

 Prisionera de mi mente, así me dicen los hombres de blanco cada vez que aparecen. Supongo que lo hacen por sentirse bien, si creen que soy prisionera de mi mente no sufrirán remordimientos por tenerme aquí encerrada.

    No recuerdo mucho de los días en que viví una vida. Pero hay algo que no han conseguido borrar de mi mente, y son los pequeños teatros callejeros en los que unos marionetistas manejan personajes a su antojo. Esos marionetistas eran dioses y decidían sobre la vida de sus marionetas, como los hombres de blanco lo hacen conmigo. Incluso estas cuatro paredes en las que enredo mis días se parecen a aquellos escenarios. Sé que me observan como yo observaba las marionetas.

    A veces, despierto de un sueño largo y pesado, tan pesado que los recuerdos se pegan a mi piel y me acompañan durante interminables minutos. Sé que ellos y sus pastillas son los que provocan que olvide o recuerde a su antojo, lo sé porque durante un tiempo me negué a ingerir sus medicinas, incluso intenté engañarles fingiendo tomarlas, pero mi vida aquí sin sus pastillas era aún más insoportable que con ellas.

    Hay un hombre que viste de azul, no es uno de los de blanco que me obligan a hacer cosas. El hombre de azul tan solo habla conmigo, en un idioma que no reconozco. Veo que se enfada y gesticula, y cuando los hombres de blanco aparecen se desvanece en volutas de humo azul que por algún motivo los hombres de blanco no pueden ver.

    Hoy siento que ellos están mirando, clavando sus ojos en mí; como si fuera una marioneta enredo los hilos que mis titiriteros manejan a su antojo, no soy dueña de mis actos, me agito, pataleo y araño las paredes intentando escapar. Sé que no puedo huir, pero lo intento una y otra vez… Hasta que veo una luz azulada en la esquina de mi cama, camino hacia ella y allí aparece una mano que me tiende unas tijeras. Las puertas de la habitación se abren con estrépito y un clamor de voces grita corriendo hacia mí. Tomo las tijeras y en mi mente una voz me explica: «CORTA LOS HILOS, CÓRTALOS DE UNA VEZ»