El viento soplaba feroz esos días en el pueblo, los más ancianos decían que nunca habían vivido algo así. Muchos árboles estaban arrancados y algunas de las casas habían sufrido graves desperfectos en los tejados, el viento no daba tregua para poder repararlas.
Todo comenzó el día de Santo Tomás, era uno de los días más bonitos del año, pues todos los habitantes del pueblo salían a celebrar la vida con sus vecinos. Amaneció un día espectacular, radiante de sol aunque frío a la vez, pero nada que un buen abrigo no pudiera arreglar. Sobre la una del mediodía una brisa cálida empezó a arreciar, nubes negras viajaban rápidas hacia el pueblo y antes de que pudieran recoger los puestos del mercadillo estalló la gran tormenta de lluvia y viento.
Ya habían pasado tres largos días sin que la tormenta les diera una tregua, no sabían si había habido muertos ni los destrozos reales que estaba ocasionando pues el viento era tal que nadie osaba salir a la calle. Parecía que el mundo se hubiera sumido en una noche eterna pues las nubes negras se negaban a dejar pasar el sol.
Entonces, cuando ya pensaban que estaba todo acabado, oyeron el sonido de una bella canción. Temerosos, los habitantes del pueblo salieron poco a poco de sus casas y allí estaban ellos, hermosos seres tocando instrumentos desconocidos que emitían los sonidos más dulces jamás escuchados. Las nubes se abrían al paso de aquellos seres y el sol volvía a bendecirles con su luz. Una de aquellas mágicas criaturas descabalgó y con lágrimas en los ojos se acercó al Gran Roble que presidía la plaza del pueblo, estaba partido en varios trozos. Con cuidado, tomó una de las ramas y dejó caer unas lágrimas sobre ella, la plantó en la tierra y al instante brotaron pequeños brotes verdes de ella.
-Queridos habitantes de este hermoso lugar, debéis cuidar la vida que os rodea. Este árbol debe mantenerse vivo si queréis seguir viviendo. Si en el futuro necesitáis de nuestra ayuda, un alma pura deberá susurrarle vuestra petición al árbol y él se comunicará con nosotros.
Habían pasado cientos de años desde aquel día y en la plaza del pueblo el Roble crecía majestuoso. Una placa al pie del Gran Árbol narraba la leyenda, aunque muchos de los lugareños ya no creían en ella. La hija del veterinario, una hermosa niña cubierta de pecas y pelo negro, se acercó ese día al Gran Árbol y escuchó lo que este le decía.
-Los hombres negros caminan rápido, dentro de dos lunas estarán en el pueblo. Avisa a tus mayores. Si quieres que los Seres Mágicos os ayuden, debes de susurrármelo o no os podré ayudar.
La niña corrió por el pueblo gritando las noticias que el árbol le había contado, mas las gentes no hicieron caso de lo que la niña decía... Al cabo de dos lunas, los extraños llegaron al pueblo y las nubes volvieron a tapar el sol. La niña escapó de la casa y se aferró al Gran Árbol, susurrándole ayuda. Uno de los hombres oscuros que la vio lanzó una flecha que se clavó en el roble. Este estalló en llamas al contacto con la flecha. Al disiparse el humo, apareció la niña postrada a los pies del árbol y las ramas del mismo protegiéndola. El árbol estaba muerto y quemado por completo pero la niña no tenía ni un solo rasguño.
Los hombres oscuros miraron hacia las colinas cercanas y huyeron pues el viento traía de nuevo dulces sonidos.
viernes, 27 de diciembre de 2019
lunes, 23 de diciembre de 2019
Gracias 2019, te espero 2020 🍀💗
Gracias, esa es la primera palabra que se me ocurre decirle a 2019. Este año siempre será especial para mí, pues ha sido el año en el que al fin me he decidido a escribir y mostrar a la gente mis escritos.
Escribir es algo que ya forma parte de mí y no creo que pueda dejar de hacerlo nunca. Cómo son las cosas ¿verdad?... Algo te ronda la cabeza pero lo reprimes, lo escondes, intentas apartarlo de tu mente con pensamientos como: "yo no sería capaz de hacerlo", "eso no está hecho para mí" o simplemente agitas la cabeza y dejas de pensar en ello, pero vuelve y vuelve... Hasta que, como en mi caso, te sientas delante de una hoja en blanco y "voilà", se hace la magia y el sueño va cobrando forma.
Agradezco cada línea de mis libros, cuentos o blog leída por vosotros. Es un verdadero privilegio que me leáis. Aspiro a haceros viajar a lugares llenos de magia, que la piel se os erice de miedo de vez en cuando, que unas lágrimas asomen a vuestros ojos de emoción o que viváis en la piel de alguno de los personajes de mis cuentos... Como veis, sueños fáciles de realizar 😅.
Deciros que estoy acabando mi última novela El Linaje. Espero tenerla acabada en un par de meses. Entonces intentaré publicar con una editorial, así que estad atentos a mis próximos movimientos. Por supuesto, no dejaré de escribir mis cuentos, esos maravillosos susurros de mis Hadas, que me hacen tan feliz.
Os animo a hacerme llegar vuestras opiniones sobre cualquiera de mis cuentos o sobre mis libros. Podéis hacerlo a través de mi cuenta de instagram, o a través de mi e-mail. Agradezco cada palabra vuestra y espero que sigamos creciendo en 2020.
¡¡2020, qué número más bonito!! Seguro que será un año lleno de cosas maravillosas.
🍀💗🍀💗🍀💗🍀💗
lunes, 9 de diciembre de 2019
La Señora
Anna llevaba varios años trabajando para la Señora, era una especie de secretaria que le llevaba la agenda y organizaba todos sus compromisos. Recuerda que la primera vez que la vio en persona fue durante la entrevista para el puesto y le impresionó mucho, le pareció una mujer segura pero que al mirarla un poco más profundo dejaba intuir una sombra oscura en su interior.
Con el tiempo se dio cuenta de que todo en la vida de la Señora era fachada. Unas amistades cultivadas por interés, un marido siempre ocupado en "sus negocios" y unos hijos demasiado solos.
Los empleados más antiguos contaban historias, decían que los padres de la Señora eran agricultores que con mucho esfuerzo lograron pagar unos estudios a su hija. Solo eran habladurías pues en el tiempo que ella llevaba trabajando, nunca había oido mencionar que tuviera familia. Decían que se avergonzaba de donde procedía.
Su vida era como un castillo brillante y de cristal, parecía que todo en ella era hermoso. Pero ese castillo de cristal estaba plagado, en realidad, de miles de pequeñas fisuras, imperceptibles a simple vista... Pero que en cualquier momento podían hacer que todo estallara en pedazos.
Era la mañana de Nochebuena y Anna esperaba en el despacho de la Señora. Era la última reunión del año, ya que Anna siempre pasaba las vacaciones de Navidad con su familia. Nada más verla entrar por la puerta del despacho Anna supo que algo estaba sucediendo, la sonrisa de su jefa era como un rayo de sol antes de la tormenta y ella la conocía bien. Tendría que andarse con pies de plomo si no quería contrariarla.
-Anna, antes de irte cancela mi presencia en la cena de esta noche en el Hotel. Sólo acudirán mi marido y los niños.
Anna la miraba de reojo mientras tomaba nota y no sabía si debía preguntar, ni qué decir. El temblor en el labio inferior de la Señora indicaba que estaba conteniendo el llanto.
-¿Señora..?
Anna no llegó a decir nada más ya que el llanto brotó incontrolable. Era un llanto ansioso que había estado reprimido y encerrado demasiado tiempo. Las dos mujeres se miraron a los ojos. Anna asintió con la cabeza y, tomándola de la mano, la guió a un asiento. La Señora no necesitó palabras para entender que podía confiar en ella. Le contó secretos, traiciones, infidelidades de su marido de las que era consentidora, trapicheos en los negocios y un sinfín de historias que la habían estado ahogando durante muchos años. Le contó que sus padres habían fallecido al poco de casarse y no llegaron a ver en lo que se había convertido. Nunca había ido a visitar sus tumbas y estaba segura de que no se alegrarían de la mujer en la que se había convertido, no la habían educado para eso.
-¿Por qué no intenta cambiar su vida si no le gusta? -preguntó Anna.
-Porque si la cambio me quedaré sola. Además, hay algo sobre mi marido que no he contado a nadie.
-¿Pero de qué sirve estar rodeada de gente, si realmente estás sola?
La expresión de sus ojos cambió. Ya no era tristeza lo que veía en sus ojos, era miedo. Incluso podría decir que terror. Anna estaba segura de que lo que escondía de su marido era algo terrible.
Cuando la Señora estaba a punto de comenzar a hablar su marido entró en el despacho, portaba un graaan ramo de rosas rojas y un estuche de joyería en las manos. La Señora apartó instintivamente a Anna de su lado y tragándose las lágrimas sonrió a su esposo. Él ni se enteró de la complicidad que existía entre las dos mujeres. Anna esperó fuera del despacho mientras el matrimonio conversaba. Salieron los dos felices y sonrientes.
-Anna, olvida todo lo que hemos estado hablando, a la vuelta de tus vacaciones retomaremos la reunión donde la dejamos. Puedes comenzar ya tus vacaciones. ¡Feliz Navidad!
❅❅❅❅
Los empleados más antiguos contaban historias, decían que los padres de la Señora eran agricultores que con mucho esfuerzo lograron pagar unos estudios a su hija. Solo eran habladurías pues en el tiempo que ella llevaba trabajando, nunca había oido mencionar que tuviera familia. Decían que se avergonzaba de donde procedía.
Su vida era como un castillo brillante y de cristal, parecía que todo en ella era hermoso. Pero ese castillo de cristal estaba plagado, en realidad, de miles de pequeñas fisuras, imperceptibles a simple vista... Pero que en cualquier momento podían hacer que todo estallara en pedazos.
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Era la mañana de Nochebuena y Anna esperaba en el despacho de la Señora. Era la última reunión del año, ya que Anna siempre pasaba las vacaciones de Navidad con su familia. Nada más verla entrar por la puerta del despacho Anna supo que algo estaba sucediendo, la sonrisa de su jefa era como un rayo de sol antes de la tormenta y ella la conocía bien. Tendría que andarse con pies de plomo si no quería contrariarla.
-Anna, antes de irte cancela mi presencia en la cena de esta noche en el Hotel. Sólo acudirán mi marido y los niños.
Anna la miraba de reojo mientras tomaba nota y no sabía si debía preguntar, ni qué decir. El temblor en el labio inferior de la Señora indicaba que estaba conteniendo el llanto.
-¿Señora..?
Anna no llegó a decir nada más ya que el llanto brotó incontrolable. Era un llanto ansioso que había estado reprimido y encerrado demasiado tiempo. Las dos mujeres se miraron a los ojos. Anna asintió con la cabeza y, tomándola de la mano, la guió a un asiento. La Señora no necesitó palabras para entender que podía confiar en ella. Le contó secretos, traiciones, infidelidades de su marido de las que era consentidora, trapicheos en los negocios y un sinfín de historias que la habían estado ahogando durante muchos años. Le contó que sus padres habían fallecido al poco de casarse y no llegaron a ver en lo que se había convertido. Nunca había ido a visitar sus tumbas y estaba segura de que no se alegrarían de la mujer en la que se había convertido, no la habían educado para eso.
-¿Por qué no intenta cambiar su vida si no le gusta? -preguntó Anna.
-Porque si la cambio me quedaré sola. Además, hay algo sobre mi marido que no he contado a nadie.
-¿Pero de qué sirve estar rodeada de gente, si realmente estás sola?
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La expresión de sus ojos cambió. Ya no era tristeza lo que veía en sus ojos, era miedo. Incluso podría decir que terror. Anna estaba segura de que lo que escondía de su marido era algo terrible.
Cuando la Señora estaba a punto de comenzar a hablar su marido entró en el despacho, portaba un graaan ramo de rosas rojas y un estuche de joyería en las manos. La Señora apartó instintivamente a Anna de su lado y tragándose las lágrimas sonrió a su esposo. Él ni se enteró de la complicidad que existía entre las dos mujeres. Anna esperó fuera del despacho mientras el matrimonio conversaba. Salieron los dos felices y sonrientes.
-Anna, olvida todo lo que hemos estado hablando, a la vuelta de tus vacaciones retomaremos la reunión donde la dejamos. Puedes comenzar ya tus vacaciones. ¡Feliz Navidad!
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