viernes, 27 de diciembre de 2019

Plegaria al Gran Roble

El viento soplaba feroz esos días en el pueblo, los más ancianos decían que nunca habían vivido algo así. Muchos árboles estaban arrancados y algunas de las casas habían sufrido graves desperfectos en los tejados, el viento no daba tregua para poder repararlas.

Todo comenzó el día de Santo Tomás, era uno de los días más bonitos del año, pues todos los habitantes del pueblo salían a celebrar la vida con sus vecinos. Amaneció un día espectacular, radiante de sol aunque frío a la vez, pero nada que un buen abrigo no pudiera arreglar. Sobre la una del mediodía una brisa cálida empezó a arreciar, nubes negras viajaban rápidas hacia el pueblo y antes de que pudieran recoger los puestos del mercadillo estalló la gran tormenta de lluvia y viento.

Ya habían pasado tres largos días sin que la tormenta les diera una tregua, no sabían si había habido muertos ni los destrozos reales que estaba ocasionando pues el viento era tal que nadie osaba salir a la calle. Parecía que el mundo se hubiera sumido en una noche eterna pues las nubes negras se negaban a dejar pasar el sol.

Entonces, cuando ya pensaban que estaba todo acabado, oyeron el sonido de una bella canción. Temerosos, los habitantes del pueblo salieron poco a poco de sus casas y allí estaban ellos, hermosos seres tocando instrumentos desconocidos que emitían los sonidos más dulces jamás escuchados. Las nubes se abrían al paso de aquellos seres y el sol volvía a bendecirles con su luz. Una de aquellas mágicas criaturas descabalgó y con lágrimas en los ojos se acercó al Gran Roble que presidía la plaza del pueblo, estaba partido en varios trozos. Con cuidado, tomó una de las ramas y dejó caer unas lágrimas sobre ella, la plantó en la tierra y al instante brotaron pequeños brotes verdes de ella.

-Queridos habitantes de este hermoso lugar, debéis cuidar la vida que os rodea. Este árbol debe mantenerse vivo si queréis seguir viviendo. Si en el futuro necesitáis de nuestra ayuda, un alma pura deberá susurrarle vuestra petición al árbol y él se comunicará con nosotros.

Habían pasado cientos de años desde aquel día y en la plaza del pueblo el Roble crecía majestuoso. Una placa al pie del Gran Árbol narraba la leyenda, aunque muchos de los lugareños ya no creían en ella. La hija del veterinario, una hermosa niña cubierta de pecas y pelo negro, se acercó ese día al Gran Árbol y escuchó lo que este le decía.

-Los hombres negros caminan rápido, dentro de dos lunas estarán en el pueblo. Avisa a tus mayores. Si quieres que los Seres Mágicos os ayuden, debes de susurrármelo o no os podré ayudar.

La niña corrió por el pueblo gritando las noticias que el árbol le había contado, mas las gentes no hicieron caso de lo que la niña decía... Al cabo de dos lunas, los extraños llegaron al pueblo y las nubes volvieron a tapar el sol. La niña escapó de la casa y se aferró al Gran Árbol, susurrándole ayuda. Uno de los hombres oscuros que la vio lanzó una flecha que se clavó en el roble. Este estalló en llamas al contacto con la flecha. Al disiparse el humo, apareció la niña postrada a los pies del árbol y las ramas del mismo protegiéndola. El árbol estaba muerto y quemado por completo pero la niña no tenía ni un solo rasguño.

Los hombres oscuros miraron hacia las colinas cercanas y huyeron pues el viento traía de nuevo dulces sonidos.




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