miércoles, 12 de mayo de 2021
La protectora
miércoles, 5 de mayo de 2021
Quinientas noches
Una pesadilla desvela la madrugada de una hermosa niña. Sus trenzas, húmedas por el sudor, se pegan a su cara adornada con un millón de pecas. Su amiga se acerca a ella en la oscuridad y, a tientas, busca su mano para agarrarla muy fuerte.
—Ha estado aquí otra vez... Ha estado aquí otra vez... —murmura bajito, le tiembla la voz y en el tono de sus palabras se adivinan lágrimas.
—Julia, aquí no hay nadie, tan solo nosotras y el resto de las compañeras del orfanato. Nadie puede entrar... y nadie puede salir.
—Pero yo le veo, le siento, acaricia mi rostro y desenreda mis trenzas. ¡Toca! ¡Está deshecha! —dice llevando la mano de su amiga hacía su pelo.
—La trenza se ha deshecho sola, Julia. ¿Cómo no iba a deshacerse con lo que te mueves y la sudada que llevas? Vuelve a dormir o harás que Sor Estela nos castigue. Yo estoy en la cama de al lado, tranquila.
Julia, un poco más tranquila, rehace su trenza con las manos aún temblorosas, acomoda su cabeza en la almohada y oye como su amiga canta una lenta canción. En unos pocos segundos, nota como su cuerpo se relaja y el sueño, esta vez tranquilo, la arropa y la guía hasta un lugar hermoso, donde los monstruos no existen.
Su amiga deja de cantar, Julia no ha notado que en la melodía de su voz también había terror y lágrimas escondidas, muy muy escondidas. La niña cierra los ojos con rabia, agarra sus trenzas en un intento vano de que él pase de largo, pero no lo hará. Lo nota, su aliento frío congela todo su cuerpo y unas garras apartan su mano para desenredar su trenza, mientras le dice al oído: «un día gritarás, y ese día las dos dejaréis este lugar para volver a casa, a casa con papá. Ese día, ella conocerá la verdad y te odiará por mentirla... Un día».
La niña tapa su cabeza con la almohada y ahoga en ella el grito que quema su garganta. Y llora, porque sabe que ese día llegará. Lo supo desde el mismo instante en que hizo el pacto con aquella bruja. Un pacto que borró la memoría de su hermana y las encerró en aquel lugar. La única condición que puso la hechicera fue que ella debía soportar aquellas visitas sin gritar.
Sin gritar se quedó dormida y viajó al sueño dónde Julia era feliz y allí jugaron como hermanas, su madre trenzaba sus dorados cabellos y él no existía. Él no existía. Y la experanza de conseguir no despertar del sueño feliz y quedarse allí para siempre inundaba a la niña de valentía.
Su hermana, Julia, siempre se despertaba antes que ella y cuando ya se había ido del sueño, su madre y ella lloraban abrazadas. «Solo quinientas noches más, cariño. Quinientas noches más y ya no os separaréis de mí», le decía su madre trenzando su pelo.
jueves, 15 de abril de 2021
Hilanderas de la Brisa
Estoy sentada en la arena, con los ojos cerrados y la brisa acariciándome el cabello.
Con mis dedos enredados en cosquillas de arena y sal, me acuerdo de cuando mi abuela me contaba historias. Sonrío para adentro, sí para adentro, no sé si me explico..., las sonrisas para adentro son las sonrisas que hacen que tuerzas un poquito los labios y te calientan el alma..., seguro que sabéis de qué os hablo.
Y me viene a la cabeza la historia de los susurros que recorren el mundo escondidos en el aire. Mi abuela decía que la magia ya no estaba presente en el mundo porque no nos paramos a escuchar, porque no miramos dentro de nosotros mismos y siempre tenemos ruidos en la cabeza. Un día caminaba con ella por esta misma playa y saqué mis auriculares para escuchar música, me llamó loca y no sé cuantas cosas más, hasta me arreó un guantazo.