No había tenido un buen día. No, no lo había tenido. Llevaba todo el día lloviendo, hacía demasiado frío y en el trabajo había tenido que aguantar a la insoportable de mi compañera lloriqueando por las esquinas. Me dolía la cabeza y no podía permitirme estar nerviosa, no «aquella noche».
Llevaba años preparando «aquella noche» y si no lo hacía «aquella noche» no podría volver a intentarlo hasta pasado un mes, o quizá nunca. Me había costado mucho perfeccionar la técnica, pero al fin había conseguido ser tan buena como mi madre haciendo... no había nombre para lo que ella hacía... No, no lo había.
Nunca tuve amigos ni familia, pasé toda mi infancia y gran parte de mi adolescencia viajando de ciudad en ciudad. Esa forma de vida hizo que me distanciara de mi madre, hasta que ella logró perfeccionar su técnica y así no tener que huir más. Yo le preguntaba el motivo de tanto traslado y mi madre nunca me contaba nada, pero la noche en que cumplí quince años al fin me mostró lo que había sabido, o intuido, o sospechado toda mi vida.
Mi madre me enseñó todo lo que sabía de la técnica, pero una de «aquellas noches» de luna llena algo salió mal y mi madre falleció. Lloré su pérdida y acabé la misión. Enterré a mi madre junto al cadáver de aquel asesino, de aquel despojo, de aquel malnacido. La rabia me cegaba, las lágrimas me quemaban el rostro y el aire me faltaba mientras la tierra caía encima de mi madre y de aquel demonio, pero así me había enseñado mi madre que debía hacerlo. Si una cazadora moría haciendo su trabajo debía ser enterrada junto a su presa.
Yo sabía que debía de buscar una sucesora, una compañera, alguien con quien cazar. Sabía que no debía de cazar sola porque si me sucedía algo, si moría, otras cazadoras deberían hacerse cargo de mi cuerpo. Las cazadoras no se conocen unas a otras, pero cuando una muere las demás pueden sentirlo y si es una de las «solitarias» acuden a terminar la caza. Por eso todas deben tener una compañera.
Las cazadoras no tienen familia, yo fui fruto de una noche de caza de mi madre. El malnacido la violó aquella noche y ella no pudo deshacerse de mí, como dictaban las leyes de nuestro clan. Me ocultó hasta la noche de su muerte en que tuve que dar explicaciones ante el Consejo y desde entonces estoy en su punto de mira. No me permiten ningún fallo y si aún sigo viva es porque soy mejor que todas ellas juntas.
Esta misión es especial porque cazaré a la cazadora que tendió una trampa a mi madre. Mataré a una Hermana y después deberé desaparecer, seré una sombra el resto de mis días. Una sombra feliz, que irá acabando con todas ellas una por una, limpiaré mi raza y crearé una nueva era de cazadoras. Mis cazadoras...
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