domingo, 4 de agosto de 2019

Pequeñas conversaciones

-¿Cómo sabré qué camino debo tomar? -preguntó.
-Oh, Cariño -dijo acariciándole el pelo-, no lo sabrás. Por lo menos, no lo sabrás en el momento de tomar la decisión. En ese instante, solo sentirás como una punzada en el estómago que te dice que estás haciendo lo correcto. Pero los resultados de las decisiones solo se ven cuando miras de lejos, cuando echas la vista atrás y haces balance de todo lo vivido. Si las cosas que te sacan una sonrisa son más que las que no, supongo que habrás decidido bien.
-¿Entonces debo de mirar las cosas siempre con perspectiva?
-Para nada, debes de mirar siempre cerquita, como si fueras miope. Lo importante de la vida se mira con la vista corta, nunca con la larga. Siempre hay algo en tu interior que te guía. No acalles nunca tu voz interior, es sabia.
-¿Y si me equivoco?
-Claro que te equivocarás, mil millones de veces. Lo importante es aprender de las equivocaciones y no albergar nunca resentimiento hacia nadie ni nada. Si algo o alguien no te gusta o no te hace feliz, apártalo de tu vida, pero con una caricia, nunca con un empujón.
Déjate llevar por esta maravillosa vida, disfruta de un atardecer, el canto de un pájaro, moja tus pies descalzos en un río, vive y disfruta de los buenos momentos. Porque también habrá momentos oscuros, que te harán llorar.
Llora tus penas, no las retengas dentro de ti.
Di lo que no te gusta, no lo guardes, pero dilo con cariño.
Si tomas decisiones equivocadas, no culpes a nadie, solo tú eres responsable de tus actos o decisiones. Rectifica y mira adelante.
Esfuérzate por conseguir lo que deseas. Lo conseguido sin esfuerzo se cobrará su precio en cualquier momento.
Toma decisiones y no te acomodes, intenta crecer día a día.
No te regodees en el dolor, llóralo y apártalo de tu vida.


sábado, 3 de agosto de 2019

La Decisión

En el suelo de la cocina había muchas páginas rotas, seguramente de algún libro antiguo. La estancia, medio en penumbra, dejaba ver una fina línea de luz que se colaba entre las cortinas. En la luz volaban cientos de diminutas motas de polvo, parecía polvo de hadas. Ella sonrió por la ocurrencia, "polvo de hadas".

Había pasado tanto tiempo desde aquello... ¿Por qué no conseguía apartarlo de su cabeza?
Por la noches el recuerdo volvía con fuerza y la ahogaba, era como si todas las noches fueran ese oscuro día. ¿Por qué decidió marcharse? ¿Por qué tomó esa insensata decisión? No fue porque no supiera lo que sucedería, ni porque no conociese las consecuencias de todo aquello. Tampoco podía culparle a él de lo que sucedió. A fin de cuentas, le conocía bien, sabía de lo que era capaz. Solo ella era la responsable de sus actos.

Se levantó del suelo con un movimiento rápido y delicado, la punta de sus pies quedó a un palmo del suelo. Giró sus manos, una alrededor de otra, sin apenas rozarse y las páginas del libro las imitaron. En un segundo, el libro estaba intacto encima de la mesa.

Se atusó el cabello por detrás de las orejas que acababan en una punta muy fina. Abrió los brazos y su cuerpo giró sobre sí mismo, dejando ver unas alas preciosas en la espalda de la mujer.

Había tardado mucho tiempo, pero sabía lo que debía hacer. Debía intentar arreglarlo.

Debía volver...



viernes, 2 de agosto de 2019

Cuento para Sonia

La Sra. Lestrange llevaba otra vez un transportín de gatos calle arriba. Tenía cara de pocos amigos, como siempre. Giró la esquina y entró en el jardín de la primera casa, llamó al timbre y una mujer salió a abrir.

-¿Cómo usted por aquí, Sra. Lestrange? -Le preguntó, fijándose en lo que llevaba en la mano, entonces su cara cambió de repente-. ¿No me digas que ahí está...? ¿Esa es mi niña?
-Sí, Elisabeth, es su niña. Si usted evitara que se colase en mi casa cada dos por tres, no pasaría esto. Ya le había avisado que sucedería. Así aprenderá.

Una vez en casa, Sonia se fue a su cuarto. La Sra. Lestrange la había convertido en gato... "¡Puaj! ¡Un gato! No me gustan los gatos, ahora pasaré un día entero lamiéndome el cuerpo", supuso que no le gustaría. Menos mal que ese era un hechizo de los cortos. Se oían historias de niños a los que había cambiado una semana entera. No podía evitar entrar en casa de la bruja del barrio. ¿Qué clase de niña no entraría en casa de una bruja?

No salió de su cuarto hasta la cena. Cuanto menos se cruzara con su madre, mejor. Para cenar le pusieron jamón cocido, cosa que le encantó. Claro, era un gato.

A la noche se acurrucó en el sofá un rato con su padre, otro rato con su madre y con su hermana.
La acariciaban mientras ella ronroneaba. "¡Qué sensación tan agradable!", pensó.

Desde aquel día ama a los gatos, tiene una especial conexión con ellos y yo creo que entiende lo que dicen... Pero esto último es un secreto, no se lo digáis a nadie.

🍁🍁🍁🍁🍁

Mañana será tu cumpleaños, preciosa. Fuiste un poquito trasto de pequeña. Casi, casi como yo 😜.
Te regalo este cuento escrito con el corazón. Espero que te guste.

FELICIDADES. TE QUIERO.