Vivo en un paraje escondido en las montañas del norte y soy hija del Rey de los jinetes oscuros, hoy es el día en que deberé tomar las riendas de mi destino. Acataré la misión para la que me han educado todos estos años sin la más mínima duda y con el orgullo de servir a mi pueblo y vengar a mi madre, a mi hermana pequeña y todas las víctimas de aquel oscuro día.
Hoy vestiré la apariencia de los seres que habitan las tierras azules y seré fiel al plan establecido por mi padre y el consejo de sabios.
Los guerreros me torturaran y yo fingiré que huyo de ellos. En la frontera de los dos mundos, los seres azules, creyendo que soy una de ellos me salvarán, matando a los guerreros que se dejarán sacrificar por un bien mayor. Durante estos años hemos vigilado y aprendido todo de la muchacha a la que voy a suplantar, mi padre eligió la más parecida a mí entre ellos. Hace años matamos a toda su familia y ella quedó huérfana. Hoy mi padre la secuestrará y el ritual de su muerte me brindará la protección necesaria para afrontar mi difícil misión.
Y aunque mis palabras son valientes, mi alma tiembla ante la barbarie de mis futuros actos, pero sé que nadie debe saber, debo esconder mis sentimientos.
Llega el momento de la verdad. Veo a mi otro yo reflejado en las frías aguas del río que delimita los dos mundos y no me reconozco hasta que observo una lágrima a punto de resbalar por mi mejilla. Uno de los guerreros me lanza un puñetazo y caigo al suelo. Saboreo mi sangre, pues me ha partido el labio, y durante un tiempo que no puedo llegar a contabilizar, los golpes se suceden sin parar. Todos los seres azules llevan uno de sus cuernos para alertar de la presencia de jinetes oscuros, hago sonar el mío. En unos segundos el dolor habrá acabado y ellos me llevarán a su presencia. Entonces comenzará mi venganza y la de mi pueblo.
Estoy semiinconsciente, tirada en un charco de sangre, y oigo a los caballos llegar, los gritos de la batalla y mis amigos mueren a manos de los azules. En cuanto me montan en uno de sus caballos pierdo el conocimiento y despierto horas después en una de las salas del castillo azul.
Allí está Ella...
viernes, 10 de enero de 2020
jueves, 2 de enero de 2020
La Revelación
Esa era una de aquellas noches, lo sentía en cada poro de su piel. La primera vez que ocurrió no pudo identificar qué era lo que le estaba ocurriendo, pero ya habían pasado muchos años desde aquello y aunque no ocurría con regularidad, sí había sucedido suficientes veces como para reconocerlo.
Salió a la terraza de su ático en la ciudad y esperó sentada en una de las hamacas. Estaba congelada de frío, pero sabía que cuando todo comenzase le haría falta que su temperatura corporal estuviera lo más baja posible.
Esa noche tardó en aparecer mucho más de lo normal, comenzaba a creer que no pasaría nada y estaba pensando seriamente en entrar en el piso cuando todo comenzó. El fuego llegó a su cuerpo sintió cómo estallaba en llamas y olió su piel quemándose. Había aprendido a controlar el ataque de pánico que venía después de todo aquello, aunque nunca olvidaría la primera vez que le ocurrió.
Al cabo de unos instantes logró abrir los ojos y allí estaba aquel lugar de oscuras tinieblas. Seres Oscuros la observaban y hablaban en extraños dialectos que ella no lograba comprender. Se concentraba en volver a la realidad y sabía que volvería pero nunca sabía cuánto tardaría en hacerlo.
Ese día fue diferente, apareció alguien como ella. Él la observó unos instantes, se fijó en una de sus manos y entonces habló en aquel oscuro idioma. Los seres la vistieron y la montaron en una especie de carruaje. El Ser que dirigía los caballos era como ella, atravesaron aquella oscura y quemada tierra hasta llegar a un cruce de caminos. El caballero volvió a hablar en un idioma desconocido para ella y entonces el camino, que parecía impracticable, se abrió ante sus ojos y apareció un lugar completamente diferente.
Se adentraron en el camino repleto de grandes árboles y con tantos colores y vida que no parecía real. Otros como ellos aparecieron entre la vegetación y la llevaron a una de las habitaciones de la única casa del lugar. La ayudaron a vestirse y la acompañaron a un jardín interior. Allí estaba el Ser que la había sacado del mundo oscuro acompañado de otros dos Seres de Luz.
Al verla, los Seres de Luz se sorprendieron y, mirando a su salvador, asintieron con la cabeza. Él salió de la estancia no sin antes inclinar la cabeza a modo de despedida. Cuando hubo salido de la habitación, los dos Seres comenzaron a hablar con ella y aunque no hablaban su idioma, ella podía entender lo que decían...
Salió a la terraza de su ático en la ciudad y esperó sentada en una de las hamacas. Estaba congelada de frío, pero sabía que cuando todo comenzase le haría falta que su temperatura corporal estuviera lo más baja posible.
Esa noche tardó en aparecer mucho más de lo normal, comenzaba a creer que no pasaría nada y estaba pensando seriamente en entrar en el piso cuando todo comenzó. El fuego llegó a su cuerpo sintió cómo estallaba en llamas y olió su piel quemándose. Había aprendido a controlar el ataque de pánico que venía después de todo aquello, aunque nunca olvidaría la primera vez que le ocurrió.
Al cabo de unos instantes logró abrir los ojos y allí estaba aquel lugar de oscuras tinieblas. Seres Oscuros la observaban y hablaban en extraños dialectos que ella no lograba comprender. Se concentraba en volver a la realidad y sabía que volvería pero nunca sabía cuánto tardaría en hacerlo.
Ese día fue diferente, apareció alguien como ella. Él la observó unos instantes, se fijó en una de sus manos y entonces habló en aquel oscuro idioma. Los seres la vistieron y la montaron en una especie de carruaje. El Ser que dirigía los caballos era como ella, atravesaron aquella oscura y quemada tierra hasta llegar a un cruce de caminos. El caballero volvió a hablar en un idioma desconocido para ella y entonces el camino, que parecía impracticable, se abrió ante sus ojos y apareció un lugar completamente diferente.
Se adentraron en el camino repleto de grandes árboles y con tantos colores y vida que no parecía real. Otros como ellos aparecieron entre la vegetación y la llevaron a una de las habitaciones de la única casa del lugar. La ayudaron a vestirse y la acompañaron a un jardín interior. Allí estaba el Ser que la había sacado del mundo oscuro acompañado de otros dos Seres de Luz.
Al verla, los Seres de Luz se sorprendieron y, mirando a su salvador, asintieron con la cabeza. Él salió de la estancia no sin antes inclinar la cabeza a modo de despedida. Cuando hubo salido de la habitación, los dos Seres comenzaron a hablar con ella y aunque no hablaban su idioma, ella podía entender lo que decían...
viernes, 27 de diciembre de 2019
Plegaria al Gran Roble
El viento soplaba feroz esos días en el pueblo, los más ancianos decían que nunca habían vivido algo así. Muchos árboles estaban arrancados y algunas de las casas habían sufrido graves desperfectos en los tejados, el viento no daba tregua para poder repararlas.
Todo comenzó el día de Santo Tomás, era uno de los días más bonitos del año, pues todos los habitantes del pueblo salían a celebrar la vida con sus vecinos. Amaneció un día espectacular, radiante de sol aunque frío a la vez, pero nada que un buen abrigo no pudiera arreglar. Sobre la una del mediodía una brisa cálida empezó a arreciar, nubes negras viajaban rápidas hacia el pueblo y antes de que pudieran recoger los puestos del mercadillo estalló la gran tormenta de lluvia y viento.
Ya habían pasado tres largos días sin que la tormenta les diera una tregua, no sabían si había habido muertos ni los destrozos reales que estaba ocasionando pues el viento era tal que nadie osaba salir a la calle. Parecía que el mundo se hubiera sumido en una noche eterna pues las nubes negras se negaban a dejar pasar el sol.
Entonces, cuando ya pensaban que estaba todo acabado, oyeron el sonido de una bella canción. Temerosos, los habitantes del pueblo salieron poco a poco de sus casas y allí estaban ellos, hermosos seres tocando instrumentos desconocidos que emitían los sonidos más dulces jamás escuchados. Las nubes se abrían al paso de aquellos seres y el sol volvía a bendecirles con su luz. Una de aquellas mágicas criaturas descabalgó y con lágrimas en los ojos se acercó al Gran Roble que presidía la plaza del pueblo, estaba partido en varios trozos. Con cuidado, tomó una de las ramas y dejó caer unas lágrimas sobre ella, la plantó en la tierra y al instante brotaron pequeños brotes verdes de ella.
-Queridos habitantes de este hermoso lugar, debéis cuidar la vida que os rodea. Este árbol debe mantenerse vivo si queréis seguir viviendo. Si en el futuro necesitáis de nuestra ayuda, un alma pura deberá susurrarle vuestra petición al árbol y él se comunicará con nosotros.
Habían pasado cientos de años desde aquel día y en la plaza del pueblo el Roble crecía majestuoso. Una placa al pie del Gran Árbol narraba la leyenda, aunque muchos de los lugareños ya no creían en ella. La hija del veterinario, una hermosa niña cubierta de pecas y pelo negro, se acercó ese día al Gran Árbol y escuchó lo que este le decía.
-Los hombres negros caminan rápido, dentro de dos lunas estarán en el pueblo. Avisa a tus mayores. Si quieres que los Seres Mágicos os ayuden, debes de susurrármelo o no os podré ayudar.
La niña corrió por el pueblo gritando las noticias que el árbol le había contado, mas las gentes no hicieron caso de lo que la niña decía... Al cabo de dos lunas, los extraños llegaron al pueblo y las nubes volvieron a tapar el sol. La niña escapó de la casa y se aferró al Gran Árbol, susurrándole ayuda. Uno de los hombres oscuros que la vio lanzó una flecha que se clavó en el roble. Este estalló en llamas al contacto con la flecha. Al disiparse el humo, apareció la niña postrada a los pies del árbol y las ramas del mismo protegiéndola. El árbol estaba muerto y quemado por completo pero la niña no tenía ni un solo rasguño.
Los hombres oscuros miraron hacia las colinas cercanas y huyeron pues el viento traía de nuevo dulces sonidos.
Todo comenzó el día de Santo Tomás, era uno de los días más bonitos del año, pues todos los habitantes del pueblo salían a celebrar la vida con sus vecinos. Amaneció un día espectacular, radiante de sol aunque frío a la vez, pero nada que un buen abrigo no pudiera arreglar. Sobre la una del mediodía una brisa cálida empezó a arreciar, nubes negras viajaban rápidas hacia el pueblo y antes de que pudieran recoger los puestos del mercadillo estalló la gran tormenta de lluvia y viento.
Ya habían pasado tres largos días sin que la tormenta les diera una tregua, no sabían si había habido muertos ni los destrozos reales que estaba ocasionando pues el viento era tal que nadie osaba salir a la calle. Parecía que el mundo se hubiera sumido en una noche eterna pues las nubes negras se negaban a dejar pasar el sol.
Entonces, cuando ya pensaban que estaba todo acabado, oyeron el sonido de una bella canción. Temerosos, los habitantes del pueblo salieron poco a poco de sus casas y allí estaban ellos, hermosos seres tocando instrumentos desconocidos que emitían los sonidos más dulces jamás escuchados. Las nubes se abrían al paso de aquellos seres y el sol volvía a bendecirles con su luz. Una de aquellas mágicas criaturas descabalgó y con lágrimas en los ojos se acercó al Gran Roble que presidía la plaza del pueblo, estaba partido en varios trozos. Con cuidado, tomó una de las ramas y dejó caer unas lágrimas sobre ella, la plantó en la tierra y al instante brotaron pequeños brotes verdes de ella.
-Queridos habitantes de este hermoso lugar, debéis cuidar la vida que os rodea. Este árbol debe mantenerse vivo si queréis seguir viviendo. Si en el futuro necesitáis de nuestra ayuda, un alma pura deberá susurrarle vuestra petición al árbol y él se comunicará con nosotros.
Habían pasado cientos de años desde aquel día y en la plaza del pueblo el Roble crecía majestuoso. Una placa al pie del Gran Árbol narraba la leyenda, aunque muchos de los lugareños ya no creían en ella. La hija del veterinario, una hermosa niña cubierta de pecas y pelo negro, se acercó ese día al Gran Árbol y escuchó lo que este le decía.
-Los hombres negros caminan rápido, dentro de dos lunas estarán en el pueblo. Avisa a tus mayores. Si quieres que los Seres Mágicos os ayuden, debes de susurrármelo o no os podré ayudar.
La niña corrió por el pueblo gritando las noticias que el árbol le había contado, mas las gentes no hicieron caso de lo que la niña decía... Al cabo de dos lunas, los extraños llegaron al pueblo y las nubes volvieron a tapar el sol. La niña escapó de la casa y se aferró al Gran Árbol, susurrándole ayuda. Uno de los hombres oscuros que la vio lanzó una flecha que se clavó en el roble. Este estalló en llamas al contacto con la flecha. Al disiparse el humo, apareció la niña postrada a los pies del árbol y las ramas del mismo protegiéndola. El árbol estaba muerto y quemado por completo pero la niña no tenía ni un solo rasguño.
Los hombres oscuros miraron hacia las colinas cercanas y huyeron pues el viento traía de nuevo dulces sonidos.
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