jueves, 19 de marzo de 2020

La vida a prueba

En una pequeña aldea de los bosques del norte, donde no llegan noticias del mundo "civilizado", vive Enna con su familia. Su aldea está rodeada de bosques y en ella viven unas doscientas personas. El padre de Enna le contó que las cosas estaban cambiando en la manera en que los animales se comunicaban, también los espíritus mágicos estaban preocupados. Su padre creía que era por todas esas fábricas de las que hablaban los pocos extranjeros que llegaban a sus tierras, pero algo más grave estaba sucediendo.

Él sabía escuchar el movimiento de las hojas de los árboles, esa es la forma de comunicarse entre ellos. Un árbol puede comunicarse, a través de las vibraciones de sus raíces, con otro que está a kilómetros de distancia, y esas vibraciones las transmiten a sus hojas y así informan a los seres mágicos de lo que ocurre en el mundo. Entonces comprendió que los humanos estaban siendo atacados por una enfermedad que les hacía tener que encerrarse en sus casas, muchos se estaban contagiando y por desgracia también había muerto mucha gente.

El padre de Enna convocó al Consejo de ancianos de la aldea y los seres mágicos de los bosques acudieron a la reunión. En ella, los seres mágicos explicaron que no podían hacer nada por ayudar a los humanos, ellos solos debían solucionar el problema, pues era una especie de prueba que la Naturaleza les imponía. Si eran capaces de priorizar la vida por encima de fronteras, dinero y del egoísmo los seres humanos, saldrían victoriosos de todo aquel drama.

La Naturaleza les había puesto a prueba otras veces, pero pronto se olvidaba todo lo aprendido y la solidaridad duraba más bien poco. Esta es la prueba más grande que la Naturaleza impone a los seres humanos y parece que están haciendo muchas cosas bien, les ha costado comprender lo que sucedía pero ahora parece que ya se han puesto manos a la obra.

Los días pasaban en la pequeña aldea y los efectos de las medidas tomadas por los hombres de las ciudades se notaban en el aire, pues era más puro; el agua de los ríos más transparente y los pájaros cantaban más contentos. 

La última reunión del Consejo y los seres mágicos fue más una fiesta que una reunión, pues las noticias indicaban que los humanos habían superado el horror de aquella terrible prueba y habían aprendido la lección. Nunca más el dinero estaría por encima de la salud, la educación o la naturaleza.


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Hoy el cuento es más un deseo de lo que me gustaría que pasase cuando todo esto acabe. No creo sinceramente que las cosas vayan a cambiar significativamente con respecto a como estaban antes.

El ser humano olvida con facilidad, olvidamos un tsunami, olvidamos el sida, olvidamos lo ocurrido en Nueva Orleans y tantas y tantas desgracias.

Esperemos que esto no se olvide y nos ayude a mejorar, pues las vidas que se han perdido no volverán jamás.



domingo, 15 de marzo de 2020

La espera acabó...

Volvía de dar su paseo de todos los días cuando encontró una pequeña piedra de color blanco junto al gran roble que marcaba el camino a su casa. Él conocía bien sus dominios y sabía que aquella piedra no era propia de aquel lugar. Otro no se habría percatado siquiera de su presencia, pero él pertenecía al bosque y el bosque le hablaba, siempre había sido así.

Todas las mañanas se despertaba muy temprano, cuando aún no había amanecido y recorría el bosque acariciando las cortezas de los árboles y escuchando los susurros del aire. El silencio del bosque puede contarte muchas cosas si se sabe escuchar con todos los sentidos. Ese día el aire le traía olores extraños, los árboles movían sus ramas, comunicándose unos con otros y los animales permanecían en sus madrigueras escondidos.

Él notó todas aquellas cosas, pero no fue hasta ver aquella piedra cuando comprendió lo que estaba por venir. Caminó por el secreto sendero que las fuerzas mágicas del bosque abrían solo para que él llegase a su casa. Nadie más tenía permitido vivir allí y la magia del bosque jamás permitiría que nadie llegase a conocer aquel lugar.

Cuando ya vislumbraba su casa notó que su piel se erizaba y entendió que alguien le estaba observando. Miró a su alrededor y no fue capaz de saber de dónde provenía aquella sensación. Caminó un par de pasos y entonces vio el Unicornio de Saleb y supo que su dueña no estaría lejos. La profecía decía que el unicornio aparecería en el momento en que El Mal hiciera acto de presencia y allí estaba el momento que había temido toda su vida y que sabía que llegaría.

En esos momentos, dos mil años esperando le parecieron pocos pensando en el horror que llegaría. Cuán maravilloso era el mundo aún con sus miserias comparado con los años de lucha que vendrían y secó una lágrima antes de saludar a su invitado.

-Hola, desearía que tu presencia hubiera tardado más en llegar, pero ya que estás aquí, dime: ¿y ahora qué...?
-Ahora el HORROR...





viernes, 6 de marzo de 2020

Desaparecida

Las noches de tormenta eran las peores porque sabía lo miedosa que era su hermana y solo pensar que no hubiera nadie con ella para abrazarla, allá donde estuviera, le desgarraba el alma.
Vio el haz de luz que iluminó la habitación, contó despacio: uno, dos, tres... Y entonces llegó el trueno, el trueno ensordecedor que, a pesar de estar esperándolo, le hizo dar un salto de la cama.

Decidió que ya no dormiría más aquella noche y se fue al salón. En el suelo había esparcidos cientos de fotos de su hermana, recortes de periódico y todo lo que había podido investigar sobre los días que precedieron a su desaparición. Tomó un gran trago de agua y se puso unos cascos. Así, con la música a todo volumen, podía pensar mejor y los truenos no la asustarían.

Recordaba perfectamente la última vez que habló con ella. Fue un domingo, hacía ya dos meses. La notó rara, tuvo la sensación de que había alguien con ella y por eso no quería hablar. Su hermana era preciosa y muy inteligente. Acababa de conseguir trabajo en un prestigioso despacho de abogados y le habían asignado un caso para el que debía desplazarse a un pequeño pueblo en la costa gallega. La llamó la mañana del lunes y la del martes, sin conseguir contactar con ella, hasta que el martes por la noche sonó el teléfono y un agente de policía con acento gallego le informó que habían encontrado el coche de su hermana y toda su documentación en un aparcamiento al pie de la playa, a 50 km de su hotel.

No tenían familia, su madre falleció hacía dos años y su padre... Bueno, de su padre mejor no recordar nada. No sabía dónde estaba ni le importaba. Se desplazó al lugar de la desaparición inmediatamente y desde aquel día vivía en un pequeño piso de alquiler, sin dejar de buscar a su hermana.

Estaba repasando por enésima vez los apuntes de la agenda de su hermana cuando un enorme trueno, que pudo oír a pesar de llevar los auriculares puestos, la sobresaltó. Con el corazón aún trotando a toda velocidad, sonó el teléfono fijo. ¿Quién la llamaba a las dos de la mañana a ese teléfono? Nadie de su entorno, ni siquiera la policía, conocía ese número. Estuvo tentada de no contestar, ya que si era alguien conocido la hubiera llamado al móvil, pero le pudo la curiosidad. Levantó el auricular, pues era uno de esos antiguos teléfonos con una rueda para marcar.

-¿Sí, dígame? -contestó.

Al otro lado del auricular solo se oía una respiración agitada y estaba a punto de colgar pensando que sería algún gracioso.

-Sofía, tienes que ayudarme. No puedo... -Entonces se cortó la llamada.

A Sofía le temblaba todo el cuerpo, las lágrimas rodaban por sus mejillas y solo podía gritar.

-Lía, Lía, Lía... Contéstame Líaaaa.... ¿Dónde estás?