lunes, 29 de julio de 2019

Cuento de verano

Ella observaba a los niños jugar desde su hamaca en el porche. La tarde estaba ya muy avanzada y el viento refrescaba el ambiente cálido de ese día de verano.

Yolanda se levantó para sentir el viento en la cara, "que agradable sensación", pensó. Hay instantes en que cierras los ojos y desearías que estos durasen una pequeña eternidad.

Vio a Toñi, la pequeña de la familia, que sostenía un objeto brillante en la mano. De repente, lo soltó, llorando. Yolanda corrió hacia ella, el corazón le latía a mil pulsaciones. Cuando llego a su lado la consoló y le miró la mano. En la palma se le había grabado la forma de una estrella y una luz destellaba en ella.

Yolanda no quería parecer nerviosa, pero el caso es que una sensación de angustia recorría todo su cuerpo. Llevó a la niña dentro y le lavó la mano, pero la luz no cesaba, aunque la niña al mirar su mano sonreía y no parecía que le pasase nada malo.

Yolanda agarró su mano con fuerza, notó una especie de calambre y al mirarla tenía la misma luz con forma de estrella que Toñi.

¿Qué era lo que estaba sucediendo? Estaba sola con los niños y él no regresaría hasta al día siguiente por la tarde. Debía de tranquilizarse. Al fin y al cabo, no parecía que fuera algo malo.

Cenaron y se fueron a dormir. A Eder le hizo mucha gracia el "tatuaje" de Mamá y su hermanita. Yolanda se despertó en medio de la noche. Algo le decía que debía salir al jardín.

Allí, vio unas luces que la hipnotizaban. No podía dejar de mirarlas... 



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