Conocí hace tiempo, a una triste Señorita
Que vivía en eterna negación
Pues nada en su vida le producía satisfacción.
Le gustaba la tristeza y quejarse ¡un montón!
Pues de su vida se quejaba,
Más no ponía solución.
Y el tiempo fue pasando, tan deprisa, muy deprisa.
Sin pensar en mi triste Señorita.
Y al llegar a la vejez, de repente se dio cuenta,
Que no había disfrutado de su vida, ¡no Señor!
Y mirando despacito, muy adentro en su interior,
Descubrió que en su vida había perdido
Oportunidades infinitas para sonreír, ¡cómo no!
Y a sus nietos les decía, suavecito a baja voz,
Disfrutad de la vida, sin envidias, por favor.
Pues todo en esta vida puede enseñarnos una lección.
Yo aprendí muy tarde a ver el Sol.
Lo buscaba siempre lejos y eso me cegó.
Pues el Sol es más bonito reflejado en una flor.
No quería nubes cerca, sin nubes pensaba que estaría mejor.
Más las nubes en la vida nos ayudan un montón.
Tapan el Sol más deslumbrante que nos ciega de ambición.
Ahora es tarde para la triste Señorita.
No pudo parar su reloj.
Y aquí queda su historia para que aprendáis, por favor.
El camino más bonito no es perfecto, no Señor.
Con las piedras y la lluvia el camino es mejor.
Pues las piedras nos enseñan a mirar a nuestros pies,
a no desviarnos del camino que debemos recorrer.
Y la lluvia nos refresca, nos ayuda a renacer.
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