jueves, 19 de septiembre de 2019

Miedo

Paseaba por el puerto en una tarde del mes de Septiembre. El cielo empezaba a tornase rojizo en el horizonte y él se sentó a ver cómo la noche tomaba la riendas. El olor a salitre, el rumor de las olas al romper y la brisa de la noche que se va tornando cada vez más fría, calmaban un poco aquel sentimiento de incertidumbre.

Su cabeza decía una cosa, su intuición le gritaba otra muy diferente y pese a la edad y la experiencia no lograba entenderse ni a él mismo muchas veces. "¿Por qué no podía decir lo que sentía a la gente a la que quería?", se preguntaba y él mismo se respondía, probablemente porque no lo sabía.

Algo se rompió en él el día que le dieron la noticia y se culpaba por los besos que no dio, los abrazos que se guardó y las veces que, pese a saberse afortunado, no valoró en conciencia lo que tenía. Sabía que había cometido mil errores y pese a haber aprendido la lección no era capaz de poner en práctica todo lo que sabía que NO debía hacer. La gente a la que amaba se le escapaba de las manos como la arena entre los dedos. Era algo que no tenía remedio, él lo sabía y aunque le dolía no era capaz de ponerle remedio.

Se encontraba tan solo, ya no le quedaba nadie que le preguntase cómo se encontraba y la verdad era que tampoco estaba seguro de querer que nadie lo hiciera. Cerró los ojos y aspiró el frío aroma de la noche. No sabía el tiempo que llevaba allí parado mirando a ningún lugar, pero debía de ser ya muy tarde. Se levantó y al meter las manos en los bolsillos notó algo en uno de ellos: era una vieja foto de una flor. Un nudo en la garganta le ahogó y las lágrimas brotaron con una fuerza desconocida. Era la foto de la flor que ella hizo el día que les dieron la noticia. Entonces corrió a buscarla, a decirle todo lo que llevaba dentro y entendió qué era lo que le pasaba... MIEDO, eso es lo que le ahogaba.


domingo, 15 de septiembre de 2019

Nueva ilusión...

Llevaba unos días dándole vueltas a la continuación de mi libro Gelgar, El Mago, pero por cosas del destino escribí el cuento de El linaje, al que siguió El linaje II y III y ya no he podido parar.

La historia me llama y me atrapa, los personajes van naciendo en mi mente y así será durante unos meses. La novela estará en mi cabeza continuamente formando historias, es un proceso difícil de explicar. Pero lo que empieza como unas pocas líneas se va perfilando en mi cabeza, durante todo el día, como una historia... Unos días escribo tan solo unas pocas líneas y otros puedo escribir varios capítulos. Las ideas afloran a mi mente a veces de forma suave y a veces atropelladamente, como si alguien me las estuviera dictando expresamente.

El caso es que El linaje me tiene atrapada, aún no sé cuantos personajes tendrá ni como serán sus nombres, tampoco sé como irá discurriendo la historia. No sé si en este caso habrá un final feliz o será algo triste y desastroso. Lo único que es cierto es que me hace feliz... Me llena y me da un poco de vértigo a la vez.

No me cansaré nunca de daros las gracias a todxs los que leéis mi blog, y si leéis mis libros ya ni te cuento. Habrá a quién le gusten y también a quién no, pero a todxs os AGRADEZCO de corazón que viajéis conmigo a mundos de papel y conozcáis vidas escritas con la letra de los susurros de mi mente.

Cuando El linaje esté acabado os aviso ...






miércoles, 11 de septiembre de 2019

El Linaje III...

Era muy pronto por la mañana. Desde la ventana de su casa podía ver perfectamente la empinada carretera que llevaba a la Colina de las Viejas. Era un lugar de belleza inhóspita, con grandes árboles que parecían escudriñar a cualquier visitante que osara poner sus pies en ella. En la cima de la Colina estaba la Gran Casona, llevaba muchos años temiendo que Ellos volvieran. Cuando hacía unos meses empezaron las obras de rehabilitación quiso pensar que a la casa se mudaría alguna pareja joven con niños. ¡Iluso!

Cuando vio los dos coches oscuros subir por la Colina sintió como la fría y densa niebla invadía el pueblo y pensó en huir, ya que no tenía edad ni ganas de pelear. Él sabía que en alguna de aquellas ventanas alguien horrible también estaba observando el pueblo y maquinando la venganza.

Se sentó en la entrada de su casa y preparó su vieja pipa con esmero y cuidado, mirando fijamente al horizonte pero su mirada estaba perdida en antiguos y dolorosos recuerdos. El humo ascendía lentamente formando extrañas figuras en el aire y entonces sintió frío, un frío que te hiela la sangre y te eriza la piel, que te paraliza y te deja un regusto amargo en la boca... Era miedo... Miedo real y tangible. Sabía que el pasado volvía a su casa, una casa ya vacía. Solo quedaban ellos dos y había llegado el momento de sincerarse con su nieto, debía saber que su hermanastro había vuelto y la razón de ello no era otra que matarlos a los dos...