Paseaba por el puerto en una tarde del mes de Septiembre. El cielo empezaba a tornase rojizo en el horizonte y él se sentó a ver cómo la noche tomaba la riendas. El olor a salitre, el rumor de las olas al romper y la brisa de la noche que se va tornando cada vez más fría, calmaban un poco aquel sentimiento de incertidumbre.
Su cabeza decía una cosa, su intuición le gritaba otra muy diferente y pese a la edad y la experiencia no lograba entenderse ni a él mismo muchas veces. "¿Por qué no podía decir lo que sentía a la gente a la que quería?", se preguntaba y él mismo se respondía, probablemente porque no lo sabía.
Algo se rompió en él el día que le dieron la noticia y se culpaba por los besos que no dio, los abrazos que se guardó y las veces que, pese a saberse afortunado, no valoró en conciencia lo que tenía. Sabía que había cometido mil errores y pese a haber aprendido la lección no era capaz de poner en práctica todo lo que sabía que NO debía hacer. La gente a la que amaba se le escapaba de las manos como la arena entre los dedos. Era algo que no tenía remedio, él lo sabía y aunque le dolía no era capaz de ponerle remedio.
Se encontraba tan solo, ya no le quedaba nadie que le preguntase cómo se encontraba y la verdad era que tampoco estaba seguro de querer que nadie lo hiciera. Cerró los ojos y aspiró el frío aroma de la noche. No sabía el tiempo que llevaba allí parado mirando a ningún lugar, pero debía de ser ya muy tarde. Se levantó y al meter las manos en los bolsillos notó algo en uno de ellos: era una vieja foto de una flor. Un nudo en la garganta le ahogó y las lágrimas brotaron con una fuerza desconocida. Era la foto de la flor que ella hizo el día que les dieron la noticia. Entonces corrió a buscarla, a decirle todo lo que llevaba dentro y entendió qué era lo que le pasaba... MIEDO, eso es lo que le ahogaba.
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