Era muy pronto por la mañana. Desde la ventana de su casa podía ver perfectamente la empinada carretera que llevaba a la Colina de las Viejas. Era un lugar de belleza inhóspita, con grandes árboles que parecían escudriñar a cualquier visitante que osara poner sus pies en ella. En la cima de la Colina estaba la Gran Casona, llevaba muchos años temiendo que Ellos volvieran. Cuando hacía unos meses empezaron las obras de rehabilitación quiso pensar que a la casa se mudaría alguna pareja joven con niños. ¡Iluso!
Cuando vio los dos coches oscuros subir por la Colina sintió como la fría y densa niebla invadía el pueblo y pensó en huir, ya que no tenía edad ni ganas de pelear. Él sabía que en alguna de aquellas ventanas alguien horrible también estaba observando el pueblo y maquinando la venganza.
Se sentó en la entrada de su casa y preparó su vieja pipa con esmero y cuidado, mirando fijamente al horizonte pero su mirada estaba perdida en antiguos y dolorosos recuerdos. El humo ascendía lentamente formando extrañas figuras en el aire y entonces sintió frío, un frío que te hiela la sangre y te eriza la piel, que te paraliza y te deja un regusto amargo en la boca... Era miedo... Miedo real y tangible. Sabía que el pasado volvía a su casa, una casa ya vacía. Solo quedaban ellos dos y había llegado el momento de sincerarse con su nieto, debía saber que su hermanastro había vuelto y la razón de ello no era otra que matarlos a los dos...
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