jueves, 7 de noviembre de 2019

Mi Niña

La lluvia moja tu cara,
La lluvia moja tu frente.
Empapa tu pelo y tu mirada inocente.

Y los pájaros cantan,
La canción de siempre.
No hay ningún sol,
En la pradera de mi mente.

Solo mi cara de tu cara pendiente.
Y susurra mi niña,
Una risa reluciente.
Y mi mirada se ilumina,
Y te veo resplandeciente.,

Y las nubes se alejan
Y te beso muy fuerte.
Solo quiero mi niña,
Que crezcas muy fuerte.

No me asustes mi niña,
Que me muero por verte.
Sonriendo y creciendo,
Caminando valiente.

No te asustes mi niña,
Si son grises tus sueños.
Yo me duermo a tu lado,
Y los pinto relucientes.

La lluvia moja mi cara,
La lluvia moja mi frente.
Empapa mi pelo y mi mirada impaciente.

Y los pájaros cantan,
Una canción diferente.
Y hay miles de soles,
En la pradera de mi mente.





domingo, 3 de noviembre de 2019

Una triste Señorita

Conocí hace tiempo, a una triste Señorita
Que vivía en eterna negación
Pues nada en su vida le producía satisfacción.

Le gustaba la tristeza y quejarse ¡un montón!
Pues de su vida se quejaba,
Más no ponía solución.

Y el tiempo fue pasando, tan deprisa, muy deprisa.
Sin pensar en mi triste Señorita.

Y al llegar a la vejez, de repente se dio cuenta,
Que no había disfrutado de su vida, ¡no Señor!
Y mirando despacito, muy adentro en su interior,
Descubrió que en su vida había perdido
Oportunidades infinitas para sonreír, ¡cómo no!

Y a sus nietos les decía, suavecito a baja voz,
Disfrutad de la vida, sin envidias, por favor.
Pues todo en esta vida puede enseñarnos una lección.

Yo aprendí muy tarde a ver el Sol.
Lo buscaba siempre lejos y eso me cegó.
Pues el Sol es más bonito reflejado en una flor.

No quería nubes cerca, sin nubes pensaba que estaría mejor.
Más las nubes en la vida nos ayudan un montón.
Tapan el Sol más deslumbrante que nos ciega de ambición.

Ahora es tarde para la triste Señorita.
No pudo parar su reloj.
Y aquí queda su historia para que aprendáis, por favor.

El camino más bonito no es perfecto, no Señor.
Con las piedras y la lluvia el camino es mejor.

Pues las piedras nos enseñan a mirar a nuestros pies,
a no desviarnos del camino que debemos recorrer.
Y la lluvia nos refresca, nos ayuda a renacer.







domingo, 27 de octubre de 2019

El secreto.

Las montañas empezaban cubrirse con los primeros copos de nieve. En la pequeña cabaña ya tenían todo preparado para el duro invierno, la leña estaba cortada y amontonada en la entrada de la casa. Las provisiones ese año no eran muy buenas: una plaga había acabado con una gran parte de sus plantas de cereal y el cerdo que cebaban todos los años no había engordado mucho.

Él era el tercero de cuatro hermanos, todos varones menos una niña, pequeña y enfermiza, que era la alegría de aquella casa. Su madre había fallecido a los pocos días de dar a luz a la niña y su padre no había vuelto a ser el mismo. No se podía decir que fuera un alcohólico, pero sí que tenía un problema con la bebida. Procuraba que ninguno de sus hijos le vieran borracho y todos los días, cuando creía que ya dormían, bebía hasta perder el conocimiento.

Él se esforzaba por cazar y pescar todo lo que podía durante el invierno. El primogénito no vivía con ellos. Estaba casado y tenía su propia familia, aunque les ayudaba en todo lo que podía. El siguiente al primogénito era aprendiz en la casa del carpintero y éste le daba algo de comida de vez en cuando para la familia.

Esa mañana, un séquito real había llegado al pueblo, buscaban a un hombre y registraban todas las casas del pueblo una por una. Su padre estaba muy raro desde que aquellos hombres llegaron al pueblo y a la noche, cuando todos dormían, despertó a su hijo y le dijo que tenía que esconderse en el bosque durante unos días. Le explicó que era a él al que buscaban y que a su regreso le contaría qué era lo que estaba sucediendo. Nunca había visto a su padre tan nervioso, salvo el día que les tuvo que contar que su madre había fallecido.

Al día siguiente, los hombres del rey entraron en la casa y preguntaron por el cabeza de familia. Él  les comentó que había tenido que partir, ya que le habían llegado noticias de que su hermano había fallecido y había ido a acompañar a su viuda e hijos. Los hombres registraron la propiedad, desmantelaron toda la casa y él se fijó en unas tablas sueltas que quedaron al descubierto al levantar el colchón de paja donde dormía su padre. Cuando los hombres se hubieron marchado el muchacho levantó las tablas. Allí encontró una andrajosa bolsa que desprendía un olor nauseabundo, al abrirla no podía creer lo que veían sus ojos...