jueves, 22 de agosto de 2019

El árbol de la vida

Estaba sentada en la hierba, la espalda apoyada en el viejo árbol y los pies descalzos sumergidos en la frías aguas del río. Ese viejo árbol siempre la había acompañado en sus muchas alegrías y alguna que otra tristeza. Era su rincón favorito del mundo entero. Desde que era pequeñita se sentaba a su lado y metía los pies en el agua cristalina, cerraba los ojos y oía el sonido del agua pasar y los pájaros cantando.

Ahora que su pelo se había tornado plata le gustaba sentarse allí a recordar todos los momentos  vividos. El primer beso, cuando conoció al amor de su vida, el nacimiento de sus hijos y luego la llegada de los nietos. Su vida había sido un camino de altos y bajos pero con un recorrido suave, aceptando los problemas cuando llegaban e intentando no obsesionarse demasiado con nada, además de su amigo especial.

Cerraba los ojos y en silencio hablaban. El árbol le contaba historias vividas por él y otras que llegaban a sus raíces. Los árboles se comunican entre ellos por el sonido que emiten sus hojas al ondear al viento y por pequeños movimientos de sus raíces bajo la tierra.

Si abrazas un árbol podrás sentir toda la energía que guarda en su interior. Son guardianes silenciosos de la historia vivida por los habitantes de esta tierra. Por eso, cuando el monte se quema nos quemamos todos un poco por dentro y el Mundo se vuelve un poco más oscuro.






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