En la casa todo eran personas corriendo de un lado para otro, había un ajetreo maravilloso y la alegría inundaba cada rincón. Era el día más esperado del año, sobre todo por los niños. A casa venían familiares a los que solo veían ese día del año. Se ponían colchones en cada habitación para que pudieran dormir todos en la casa que, aunque era grande, no tenía habitaciones para todos.
A Mary le encantaba esa fiesta y pasaba la mañana peinando a su hermana pequeña. Las dos cumplían años el mismo día, ¡qué casualidad! La niña cumplía 10 años y debían contarle la historia que unía a su familia con ese día en concreto.
Cerca de su casa había una zona con un grupo de árboles, uno por cada niña o niño de la familia que había nacido en esa fecha. En esos momentos, en la familia solo había dos cumpleañeras bendecidas por las Hadas de los Bosques, seres con ciertas habilidades especiales que debían salvaguardar y proteger la zona sagrada en la que vivían.
La ceremonia comenzaría al mediodía y duraría hasta la medianoche. En el pueblo se oían historias sobre La Familia, aunque nadie podía asegurar que fueran ciertas. Era una familia muy querida y respetada por todo el mundo. Si era cierto que eran capaces de hacer las cosas que se rumoreaban, todos los habitantes del pueblo debían de estar muy agradecidos. El lugar era un paraje de ensueño y nunca había desastres ni problemas graves de salud.
En el reloj del salón sonaban las doce cuando Mary y su hermana entraban acompañadas de las Hadas del Bosque. Mary deseaba que la profecía fuese un error. No era la primera vez que alguno de los escritos se había equivocado...
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